El verano ideal de Karla

Es difícil mantenerse constante en algo que tienes mucha emoción de hacer, y este blog es el claro ejemplo. Tal vez lo haga más difícil el hecho de no tener temas variados de los qué hablar, pero por qué frustarme al respecto? no estoy haciendo esto para nadie, solo para mi, así que si quiero escribir sobre perros robando bancos lo voy hacer y no hay nada ni nadie que pueda detenerme, tengo la libertad creativa de escribir lo que se me venga en gana... aunque a veces no haya ganas.

Me ha sido bastante útil sentirme inspirada con los disparadores de escritura que Aniko Villalba tiene en su blog de escritura (es este de aquí), soy una gran admiradora de su trabajo en general y de ella como persona, y me alegra tanto que tenga esa sección para cuando uno no tiene mucho de qué hablar (mi primer entrada surgió de uno de sus disparadores). 

El disparador que me he animado a utilizar para mantener la imaginación y las palabras vivas en esta entrada se llama "¿Cómo sería tu ciudad ideal?" y bueno, aquí voy.

Angélica y yo crecimos con las películas que pasaban los sábados en Canal 7  y me atrevo a admitir, al menos en mi caso, que gran parte (si no es que toda) de mi personalidad se basa en los personajes de esas pelis, y algo que he notado que conecta a cada una de ellas es la libertad de tener aventuras y aprendizajes con tus amigos acompañados del sol y calor del verano, ejemplos de ello: "Cuenta conmigo", "Aquamarine", "Nuestra pandilla", "Tritón por accidente", y la lista sigue y sigue y sigue. Así que, a gusto personal voy a modificar el disparador de Aniko a "¿Cómo sería mi verano ideal?"

Mi verano ideal comienza con despertar, no gracias al despertador, sino al sonido de las gaviotas de la costa y las boyas de la playa, siempre he encontrado fascinante la algarabía que te proporcionaría el vivir en una casa con porche amplio y hamacas colgadas en cada uno de los postes y grandes ventanas cerca del mar, pero no un mar produndo y color azul oscuro, sino una playita con mar azul turquesa con la calma necesaria de no encontrar turistas a la vista y con olas suficientemente altas para pasar toda la mañana tratando de surfearlas.

Regresar a casa con mi cabello mojado de un color dorado por las horas bajo el sol y salado por las olas del mar que se seca naturalmente, sentir los pies arenosos por que el agua se está secando de mis sandalias de pico de gallo y merendar algo sencillo como pan con mermelada y té de manzanilla con limón,  mientras leo un libro, o escucho la radio o charlo vivázmente con Angélica sobre lo buenas que estuvieron las olas esa mañana y sobre nuestros planes para pasar la tarde.

Tomo una ducha y siento mi piel terza y humectada, me pongo un vestido blanco corto con crochet en las mangas y unos flats color nude. No me maquillo por que viviendo en la playa no te maquillas, al menos yo no lo haría, y me coloco perfume con olor a manzana verde y gardenias en las muñecas y cuello, salgo de la habitación solo para darme cuenta que Angélica escogió un outfit similar y nos reímos. El plan de esa tarde es ir al parque a patinar, así que cargo mis patines de cuatro ruedas color blanco junto a mi equipo de protección que consiste en rodilleras y guantes, me pongo la mochila al hombro y entre las dos emprendemos caminata hacia el parque que está a unas cuadras. 

Está haciéndose de noche, la zona de patinaje se encuentra rodeada por lámparas de luz naranja/amarilla y el clima está en su punto, sin la humedad suficiente para sentir el sudor pegajoso en todo el cuerpo y sin mosquitos que te hagan arrepentirte de usar vestido. Las horas pasan, no nos caímos ni una sola vez y patinamos hasta sentir los músculos de las piernas trabajando, nos retiramos por la hora y caminamos de vuelta a casa, tomamos una ducha rápida cada una y nos ponemos ropa para estar en casa, preparamos platos con botana, uno con palomitas, uno con pretzels y otro con pasas cubiertas de chocolate para ver comfort movies, esa noche toca "Practical Magic", terminamos de verla y pasámos lo que resta de la noche charlando sobre lo que harémos el día siguiente, discutimos sobre si ir al mercado local a chacharear antigüedades en nuestra tienda favorita o aceptar la salida de aquellos amigos que quieren festejar el cumpleaños de otra amiga, nuestra respuesta es obvia.

Las horas pasan, los días también y cada uno de ellos se siente interminable, no pensamos en nuestras vidas una vez llegado el fin del verano que siempre serán diferente a la realidad, pero los disfrutamos, la pasámos bien y siempre lo vamos a recordar.


Moodboard de mi verano ideal (imágenes de pinterest)


Es fácil vivir la monotonía de las ciudades grandes imaginando escenarios que podrían ser posibles en pueblos pequeños, hacen mis días más amenos y llevaderos, no me desanima verlos imposibles, al contrario me inspiran, y aspirar a la tranquilidad de que todos los días de mi vida sean tranquilos y relajantes como un día de verano como el que describí le agrega emoción a mi trabajo de oficina.

-Con cariño, Karla.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Viaje indocumentado de Karla

Monólogo interno de Karla